Dolor







Hoy duele la sangre, sangre infecta
de isótopos desconocidos e inertes,
marcando el sinuoso camino sin retorno
hacia un final de etérea y exacta muerte.
¡Ay dolor!, ¿para ésto serviste?
Si curaras te albergaría en mis entrañas
y con tenacidad resistiría el envite,
pero no. ¿De qué vale sufrirte
si al final vences destronando
los años que tardamos en construirte?
En tus descansos, sin descanso
enhebramos con liturgias inconcientes
las causas que anhelan tus insaciables fuentes
misteriosas, descomunales e hirientes.
¡Ay dolor!, ¿quién te alentó?
¿el amor?, ¿la muerte? ¿quizá yo?
No, la desesperación de saberme impotente.
Hoy, ahí mi hermano, sereno y resplandeciente
de saberse entregado a sus hijos, mujer y muerte.
¡Ay dolor!, nos mutilastes para siempre.



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