A.O.G.





      


De Antonio Ortiz Gacto se dicen muchas cosas: 
“Es muy serio en lo que hace y divertido lo que ha echo”.
“En A.O.G. todo funciona a escala del hombre y todo es arte”. 
"Convierte el cemento y el hierro en hogar y templo".
También dicen que está enraizado en Macondo, pero yo sé que es de Córdoba. Las historias que pinta con colores explosivos o simple plumilla son verdadera crítica hiperbólica de cuanto le rodea: la vida.
Para mi es mucho más: hace muchos años, en época del Concilio Vaticano II, visité la iglesia que proyectó en Aguadulce (Almería) y recé; esa misma noche fui a la discoteca que diseñó y pequé y, cuando me alojé en su casa, viví: ¡Kikaa...!
Sin Kika no seria hoy A.O.G. Kika es su mujer, y el hito de un antes y un después en su vida.
No hay día que no les recuerde con amistad y cariño, porque en cada pared de mi casa les veo.
Su obra es el revulsivo de mi conciencia.
Y hoy, desde la distancia, a su lado, impotente para aliviar sus padecimientos, los propios de hombres elegidos  —Séneca—, que dan sentido a la amistad y a la vida:


Frío entra en el cuerpo
congelando el aliento,
si el gen defectuoso
muestra su talento.

El cerebro reverbera
organizando el cuerpo,
anonadando la conciencia
al sentir el ser enfermo.

Después la recuperación
y, con titánico esfuerzo,
se procura sanar el cuerpo
con el isótopo impuesto.

De tarde en tarde,
de noche en noche,
todas las mañanas:
el sufrimiento.

¡Bendito gen, si no trae defecto!




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